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¡LAZARO! El Ejercicio Creativo

¡LAZARO! es Teatro

¡LAZARO! es Música

¡LAZARO! es Encuentro

¡LAZARO! es Vida y un compartir intensamente

¡Lazaro! como obra ha siempre mantenido un estrecho espacio de relación con el lugar o ambiente en el cual se establece. Siendo una obra permeable a su entorno, y en constante movimiento (gracias a la posibilidad “modular” y de establecer vínculos en su propuesta de presentación), se podría decir que respira y vive a través de sus creadores una constante novedad vital.

La primera etapa de puesta en escena se efectuará en Montevideo, donde ya se ha presentado varias veces en castellano y en italiano (Teatro el Galpón, Montevideo (2010 y 2011); Teatro Uamá, Carmelo (2011); Cine Helvético, Nueva Helvecia (2011). El trabajo de ensayos será llevado a cabo en “La Orientala” y un espacio de ensayos a disposición en una vieja casa en el Barrio Sur, ambos en Montevideo.

“La Orientala” está situada en Manga, zona al noreste de Montevideo, propiamente en Piedras Blancas. Todos los Domingos, las veinte cuadras de la calle Belloni, que corta el barrio de Piedras Blancas como arteria principal, se establece un mercado en el cual uno puede encontrar desde clavos sin cabeza, hasta viejos pedales de automóvil, más de lo que la imaginación pueda generar. Todo se vende en Piedras Blancas. Es este nuestro lugar de trabajo inicial para los personajes centrales de la obra, el Bardo y el Escudero.

¡Lazaro! es una obra que se inspira principalmente en un libro anónimo que aparece por Flandes en 1552 entitulado “el Lazarillo de Tormes: sus fortunas y adversidades.” Es el nacimiento del antiheroe como personaje vital, y también - gracias a su forma epistolar - da lugar a una nueva forma literaria que determinará el cauce formal de la literatura de los próximos cuatrocientos años en el mundo entero: la novela.

También nos remitimos a lo clásico. Libros como “La Metamorfosis o el Asno de Oro” de Apuleyo, o “Jacques el Fatalista” de Diderot, fueron importante fuente de inspiración, tanto en la narrativa así como en el encuentro de la relación de los personajes centrales.

Uruguay tiene un aporte mayor a la obra. Siendo ambos creadores (Mathias Britos y Felix Bachmann Quadros) Uruguayos y Suizos, hay algo de origen en esta nueva puesta en escena. Vivimos el país en su candombe, en su murga y en su herencia tanto africana como indígena, desde Cadiz hasta puerto negrero que fue centro de la esclavitud del sur. Es Montevideo una ciudad que vibra por su fuerza creativa musical y literaria. Y esto nos es siempre de gran inspiración.

El trabajo del cuerpo, gracias al teatro físico, se acerca también al lenguaje de la danza. Y puede por momentos entrar en él. Gracias a una proyección que se acerca a la danza contemporánea, y nace desde su trabajo con “Gaga” (Batcheva Dance company en Israel), Manuela Bernasconi trae una fina propuesta de movimiento. La danza concientiza el fuego inconsciente que propone muchos de los elementos vitales de la obra.

Finalmente, ¡Lazaro! es una obra transformativa. Los presonajes biblícos, por citar ejemplos inmediatos, proyectan los dos elementos más importantes en el centro dramático de esta obra: La Resurrección y La Miseria.

Lazaro de Betania, es llamado a la vida por Jesus. Si bien se asienta en la aceptación universal que Jesus lo llama con la invitación de “alzate y camina”, es también notable ver las distintas traducciones que nos llegan desde las primeras versiones de la biblia. Entre ellas una forma más puntual e imperativa: “¡Lazaro! ¡Aqui!” Aquí se está. Aquí se respira. Aquí la vida. Aquí la dimension que se comparte en este momento dado.

Por otro lado la parábola del rico epulón y el pobre Lazaro, que con lamidos de perros espera en las vallas del caserío del rico señor, sin siquiera recibir las migajas que caen de la mesa, es también soplo creativo de la obra. El breve relato bíblico enfrenta la pobreza del Lazaro con el constante consuelo material del hombre rico y los presenta invertidos en su suplicio después de la muerte. Pero también expone la ceguera de las personas que no cambiarán en vida por más que se resucite un muerto.

Sobre esta parábola escribe Francisco de Quevedo el célebre escritor del Siglo de Oro español: “A las puertas del rico avariento y glotón siempre es desprecio de sus umbrales el pobre, á quien no solo niega de su mesa lo que tiene, sino lo que se le cae. No hubiera pobre sin socorro, si no hubiera avariento sin caridad”.

¡Lazaro! habla de la opresión y la creciente desigualdad. Se establece un dialogo con la actualidad del mundo. Se presenta, aún si con humor y poesía, la eterna dualidad del hombre y su imposible consuelo (ni con todo el consumo posible) en su dimensión material.

Hay entonces algo que se devela en cada pasaje de la obra sobre el palco. Gracias a lo absurdo todo se vuelve universal. Como Beckett espera a Godot, los prófugos en ¡Lázaro! buscan (sin encontrarlo aunque este esté frente a sus narices) a aquel que sabe volver de la muerte. Y esto exige transformación, juego, y algún que otro truco de magia.

El género es siempre uno de clown dramático. El Bardo y el Escudero son tricksters: acceden a la sombra y se someten a los elementos extremos del desierto. El frío y el calor siempre extremo. La falta de precipitación desertifica. Es un espacio tanto interior que pertenece al sentido más universal de cada persona. Allí se presenta y vive la obra.

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