2.4.2017
Esto es lo que está en juego: privarse de la propia intimidad.
Mientras prevalezco en un estado de alerta, aún en el enjuage de mis principios y valores: lo que queda en la soledad imperante, falsa, impuesta, es uno mismo. Es uno mismo frente al mundo y sus valores. No es el mundo que ejerce sobre uno: es uno que ejerce y se relaciona con el mundo afuera.
La imagen detrás de la imagen.
Las sombras en el muro de la caverna.
Un espejo que necesita de limpieza: el autor que habita su propia creación, explica un proceso y lo destituye. Engendra poesía en una maniobra intelectual, vacía el verso, comprender la carne, provee síntesis.
13.3.2017
I dreamt this morning a desert to a sea shore: the sun to gentle blue. A beast: such as a feline: left his pray and started after me. I could not run fast enough, and vanity my footsteps as there was no escape instead of turning and facing it full heartedly to a noble death.
30.11.2016
Mundo Tomado
Prologo, guión literario.
Yo debo morir. Como vos; mortal es mi conciencia; la insatisfacción de esta carne.
Lento me fui enterando, a los tirones destapar prejuicios, entierro adentro, el pozo en el vientre distinguir bestias y ladrones; hipocresía y tibios cadáveres que arrecian el hambre. Humanidad, que porqué, se esconde en la desgracia la mentira, el abuso, la angurria.
Quedan pocos perdones, demasiadas veces por pedidos. Y entonces las acciones y el silencio. Nace lo común, lo impostergable: lo claro y el amor.
Por irme una vez más del entrevero de este muro de pantallas, comercio y delincuencia, demagogia, huecos discursos que sabemos son mentira, que tenemos que tragar el sapo una vez más: vómitos manipulados, mediática apropiación. Verde las manos, cubren los rostros, las figuras, las sonrisas, el delicado principio de la ingenuidad primera. La garganta: patíbulo el grito y también yo atraganté lo que más quise: pues ya no sé gritar el grito de la libertad si todo vale.
Entonces vivo en el silencio, pues siempre es menos lo que me queda de encuentro con el mundo, y más lo que necesito de encontrar adentro yo.
Mirá, qué queda: che, escuchame, vos: ¿Qué queda? Acá cerquita, lejos de las plantas, del árbol que trepaste de pibe y arañaste los codos por la tierra, de potrillo patear el polvo y la pelota una humareda de corte y pique detrás del mundo, donde no hace falta la astucia sino que el juego bello, para clavarla de rabona, la tuya, y no la copia de un ídolo hecho inalcanzable y culebras por la camiseta. Dónde está ese rumbo, raíz que aún es partida fuerza del valor pequeño y terco, que no se doblega al azar, dominio y falso arrebol.
Una choza, remonto, que me quedara de algún recuerdo, embebida en cielo azul como el mar abierto y el mineral de las montañas: el carnaval: el rito y mediodía, la piel de América que ya de ensombrecida esconde el sacro flujo fuego y termina en la existencia eterna. Chasquido de semillas, el canto, tal vez ahí. Andes, sonrisa plateada. Un juego de colores que tornasol y rosa fuerte, fucsia vibrante, turquesa, amarillo, dorado. Sobre el horizonte mismo de occidente, nace y muere y condena lo que aún no ha sido degollado o violentado por la verga más sucia del hombre: la guerra, la usanza, la justicia económica, maniobra de la sociedad. Por encima de las nubes civilizadas que llueven el ácido de un comercio sin fin, tregua, nace esta historia. Apartada del olvido: como una vieja leyenda que teje su historia.
El chico escupe, el chivo que se dispara golpea el muro y torpe cabecea, el salivazo le cuelga de la cornamenta y asiente el golpe: cae o precipita ya. De las patas lo cuelga. Gotea y sangra el tronco del árbol. La luz se cuela en la tapera adentro enmarca la figura del chico afuera, carnea, primero dulce el filo tajo y limpia, luego tirón el cuero queda desnudo ya de sus colores y el pelaje: la carne blanca y roja; los ojos despiertos, mosqueado y cuchilla ahora desvincula.
Saca las lonjas al sol: que servirán de amarre: y la barriga entera se va dorando en seco. Mujeres tejen de colores ponchos patrios de turismo. Raspa la gillette ahora afeita el cuero despacio el pelambre se va soltando, ya tendido sobre el tambor, y cada tanto la mano seca golpea y retumba - más lento aún, más cavernoso.
Suenan la bocinas, chillan los flautines, el galope de algún animal, los quiebres y en cadera repiquetea chasquido al dedo, silbido pito y pala al piso, cuela ya el resorte del tiempo: trae la vida, el festejo en seis ocho, tupum pum pum pum, vacía, llama desde lo profundo de la madre tierra la quijada. Hormiguea la montaña en procesión de quenas: ascensión: por la figura de un santo, Cristo que vicha hacia arriba y recto los ojos espejan. Por los taitas y las tarifas regaladas que dejaron las huellas en la piedra y formaron un mundo sabio, sin más que con lo que había. Por el condor que domina el viento y mece, el golpe y diapasón cuando de cerca: la figura eterna el resplandor: el cardón real, los colores: bellas las nalgas de las mujeres que se muestran, picantes de juerga, y el alcohol ahora es tono y resuena. Pasa el diablo, una vieja, un tío ermitaño, un oso de mito y los colores, la lumbre, la luna, la rima, y la guitarra: viejo pozo en el profundo albor de las cosas que devuelve aquello insostenible, de gallos y vicuñas: diamante y oro que no tiene mina - sentido: sismo; sabor a cobre en mis venas: rayo la mirada al horizonte de los Andes y vuelve a mi este soplo de la vida.
Tierno, yace el manso sobre el césped. La niña me pasa la mano por la frente. ¿Ya te vas? ¿A dónde? A buscar aquello que no encuentro, callo. No hay palabras en mi. Las tientas nomás sobre los hombros, ahora, que agitan los cabos al mismo viento que me vio nacer y ahora partir: en busca de mi muerte.
Paso ríos y ciudades, demonios en mortaja de negocio; querella de políticos que de la mentira viven, la culebra en la lengua, sangre en las manos; de la desgracia de los pueblos y los hombres; Me veo una vez más en el espejo del salar. Pueblos deshabitados. Susurros donde el hombre nunca ha ido. Amores repentinos en el fondo de un dormitorio, que me dejan salada la piel y hombre de placer. Viajo y vuelo. Pacto entonces con la civilización, el ramillete del comercio; y en mi silencio adentro encuentro lo primero en este mundo: la verdad en este mundo.
De esta vida nace una flor, un fruto, una semilla: así lo compruebo yo.
10.10.2016
Es el cuento del soñador que sueña un pozo lleno de riquezas en un país lejano y se va a buscarlo atraviesa mil desventuras y muertes para llegar y encontrarse con otro soñador, que lo increpa por crédulo y le dice que él también hace años sueña todas las noches con una fortuna enterrada debajo de una higuera, y le describe su propia casa. Así el soñador vuelve y deshace su camino para desenterrar lo que siempre estuvo debajo suyo y volverse rico. Es el cuento del siervo hurtado del camino dueño del fuego de la pasión mística y entrega divina mientras su amo y la corte cuentan perlas en literas terrenales. El amo lo envidia, le pide que le comparta su secreto, el siervo no puede darle una solución puesto que la relación con Dios es personal y llena de misterio. La envidia consume al amo y este lo mata para darse cuenta que se ha matado a sí mismo. Y el siervo ahora libre sigue por fin su camino. Todo da vueltas, la rueda gira y se detiene por momentos en una instancia que puede ser una vida, o dos vidas, o la suerte echada por los dados de la vida en un momento llano para volver a girarse nuevamente. Mil palabras y un cuento este: la historia: la repetición de un ciclo, números, cuentas, hechos. Una casa. Detrás de la casa un árbol muy grande que ha estado siempre allí, antes que la casa fuese proyectada, antes que el hombre caminase esas tierras. El campo labrado es melodía como el oleaje verde y dorado. Llega el hombre, grande de cuerpo, pesados los pasos, hasta la puerta de la casa. La puerta de madera, un pequeño cobertizo, flores en las ventanas, más arbustos y la presencia de un rosal que comienza su primavera en el puntilleo de cogollos. Así la recordaba. Así la imaginó. Tira su saco al piso, o lo deja caer más bien con un gesto de involuntaria resignación. Ha llegado. En sus ojos el paraje de la vida que ha de ida y vuelta y recorrido. La delgadez del hambre, la violencia de la verdad del hombre, el monacal principio de los días, el canto de las guitarras y la embriaguez en noches de hogueras y parrandas agigantadas, lo perdido, le dejado atrás, aquello que en su fortuna lleva a cuestas. La piel seca, la barba crecida y que emprolja si pudiera pero sin resto ni demasiado. Las ropas ajustadas al cuerpo y ajadas por el movimiento y la intemperie, por la chacachaca que el tum tum del cuore le vira y tienta un paso más, porque no se puede quedar uno caído y surge levantarse y seguir pateando el polvo hasta que el polvo se vuelve uno, y así uno es polvo. Sin descanso el puño apretado toma el pulso y golpea contra la puerta, aunque con suavidad. Adentro está ella. El hombre espera. Ahí, la brisa le peina el cuero y los cabellos un pasar que lo lleva un poco y se lo lleva de cuerpo como si la masa perdiera su condición y la materia fuese entonces subordinación al aire, al tiempo, matrícula empobrecida del tiempo que pasa siempre, y el alma pega un salto y gira y va con el viento porque es su condición porque toma entonces ya también el vuelo y levanta como el espíritu un momento de regocijo y de anhelo que es en el hombre, ahí, algo así como la libertad: el sosiego. Llegar. Sus ojos miran el marrón de la leña que cederá en breve porque es puerta, y acto: uno de abrirse. Adentro se escucha un mínimo movimiento. El aire y su libertad se depositan brevemente y dan lugar al hueco espacio del silencio, y la mañana, los pájaros, el sol que de entre escasas nubes ahora se presenta y el calor del pasto que resuena por ahí, en el sutil principio ya de los insectos, se le hincha un poco el pecho pero metralla una idea, una duda, que tuvo mil veces demasiadas en su viaje pero que en el seguir con el destino lo ha traído nuevamente aquí: a esta puerta, a esta casa que con sus manos ha construido, acaso para ver una última vez lo que la vida le privó, para ganarle un paso a su destino errante. Para ser más que lo que le tocó. Respira. Suelta el resignado pensamiento por la nariz y baja la mirada. La puerta se abre. Una señora, ya casi anciana, lo observa. La edad no ha podido apagar el fuego de sus ojos. El hombre alza la mirada: él sí, en cambio, ha cedido ante la paliza de la vida, conoce la muerte, conoce la vida: su mirada es dulce como la miel, la simple razón de no poder vivir sin ello, la cuenca vacía mil veces y el hambre, el enardecido vicio del hombre a uno lo marcan para hacerlo pequeño y recobrar la sutileza de lo noble en las pequeñas cosas, debajo de una piedra. Se miran un instante: fuego que por fin se pierde en la profundidad de su mirada, el hombre, que no miente. Mirada que no miente. Por dentro el hombre abraza. Se conmueve. Ha llegado. Ha visto, nuevamente, lo que durante durante años ha soñado: esos ojos que le encienden la vida y lo atraviesan todo. Ahora, es polvo. Ahora.
4.10.2016
Baja sobre el borde de la plataforma una vara pintada de blanco, ancha como un palmo de mano y alta hasta los talones de un eventual pasante que mide la altura creciente de la marea, con números en negro seguidos por marcadores prolijos de cortas líneas transversales y otras más cortas y repetidas entre un número y el otro, y el rojo que se proscribe por debajo de la superficie del mar. El muelle tiene unos trescientos metros o quinientos veinte pasos hasta su límite. Una corta balaustrada de caños lo rodea y lo tiene en suspenso, en el aire, tirado por cables que en una figura triangular se precipitan en tensión y ángulo hacia un punto remoto en el edificio de cristal: una vieja fortaleza medieval, como un puente en equilibrio sobre la nada del mar a la merced del viento, las olas, el salitre y la resquebrajada ilusión del tiempo.
Un faro atraviesa el negro de la noche y le da de canto al filo del muelle, llevándose a la luz el negro del agua y que funde gran parte de la explanada hacia una luz tenue, dorada y prolija. Curva lo recto. Ovala lo largo. Suaviza, como seda, acaricia.
La noche no tiene luna. El fondo que rodea la estructura, con un verdor atento que enciende y que es fuego, se pierde para siempre en el negro total del horizonte inmediato.
No hay embarcaciones. No hay cuerdas ni cabos. No hay amarras.
No hay un detalle figura del uso y la noble coartada del uso, herrumbre, alga, molusco, infección marítima. No hay pilares ni contacto con el mar calmo de la noche sin estrellas.
No hay nadie. Existe la espera y la forma de la espera en un pasaje fracturado del tiempo detenido que es silencio.
El espejo de la superficie acentúa la línea del límite derecho que gerencia en su brillo recto un ángulo perfecto mago a la altura insostenible de su entorno terrestre, de vidrio todo, y que en su reflejo junta los mundos del reflejo y la realidad e imagina lo imposible.
Pero esta imagen de su perfecto reflejo debate la diferencia. Dos pequeños parlantes, imperceptibles de nos ser por la fijación descriptiva del asunto, se esconden en la penumbra de un cristal. Dentro del edificio, un punto de luz rojo e intermitente respira y construye la fantasía de un rojo, seno, absorbe lo recto al concéntrico misterio del círculo gigante y grande como el reflejo lineal del muelle.
Mariposa nocturna.
Tan ligero como un hilo el cristal del edificio dibuja en si un movimiento y grava, son varios hilos ahora y ya un estallido: un tintillero percute y repite y los cables de apoyo del muelle saltan y bailan por el aire. La extremidad final se desarma y tambalea, el vértice aúlla grave, precipita hacia el agua la línea, la vara, el borde recto se desarma, salplica y ondea, se entromete y pende de su punta por los cables que no se han movido y como lianas agitadas caen aquellos que se han soltado de su amarra de cristal y el peso desdobla por un instante la superficie hacia una gráfico de ondulaciones desigual que siguen el peso de la caída momentánea del muelle hacia el fondo prendido del mar costeño.
Vidrios sonajero cerca de su base, un bastón como flecha raja y pasa y se hunde también y lo sigue una cabeza de metales amarrada a un último serpenteo.
El mar agitado zapatea y corta irregular lo que era antes plataforma. Poco por encima de la mitad el muelle se encuentra acostado en su nueva perpetuidad. Los cables en tensión sostienen su estructura nuevamente en su medio triángulo anudados en un punto en la altura del edificio.
Se pierde la línea.
Queda solo una isla de brillo sutil y blanco dorado, y apenas esfumado el nuevo borde y el brillo blanco que como un pared sale ahora desde el mar. Nada queda de su primitivo concepto. El canto de su tirante relación perpendicular al edificio, paralela al agua, se ajusta a un constante apoyo en el cablerío doblado, como garras detienen su peso y sostienen. Levita.
El mar, la superficie, amaina la agitación. Recompone su presencia estable. Lo fijo.
El platino muro limpio raya la luz, que es dorada sobre la nueva superficie.
Riesgo. Suspensión: cuna. Silencio. Cúspide trama el momento la cordura, un negro mirar del horizonte se vuelve a posar sobre el artefacto. Mira, el horizonte. Un punto de luz. Una circunstancia mas exacta. Y es negro el espacio, la imagen, la prefiguración de toda luz.
2.10.2016
Mil palabras y sin sujeto. Sujeto puesto en gravedad, goza de su elemento primero y tuerce. Yace. Enloquece de congestión y de locura, paulatino y movimiento. Sujeto tropieza y comienza, vuela y vuelve a caer. Yace. Respira. Mira y observa. La realidad que lo rodea, la ilusión que todo lo propone en una imagen que podría repetirse y volver a ser imagen, pero que se instaura en el manierismo cotidiano. En la cárcel del cuerpo y la ventana del alma: en todo lo trillado que es ya ser humano. En un sentido de la evolución inapelable, inadmisible, curiosa valía de prescripciones médicas, títeres y juncos. Remociones y tristes tigres de la infancia y soledad adulta.
El sujeto ya no existe. Sus manos invisibles al tacto del tiempo y la cordura de la mente en la rueda del tiempo, y la reciprocidad, la espeluznante carnosidad, la sensualidad de la curva, la llama que es aceite y combustión. Provee un instante nuevo y más. Llena la carga. Carga entonces. Un viraje y carga. Corre. Los pasos charco y potranco. Quiebra cadera y dejar pasar, taurino, corre.
La historia es simple: fundamento y tierra, que es aire hoy. Es lo que fue, pisar el barro y apretar un gatillo: matar para no ser muerto. Tiene el sujeto toda la literatura del mundo a sus pies: el frente allá, al otro lado de la ladera. Surge como un mediomundo una red que cubre un despensa, una cabaña hecha de maderones y acero. Por detrás una antena, y bastidores que llevan telecámaras. Más arriba la figura oscura frente a un amanecer blanco, cinco o seis, siete pájaros que remontan vuelo, giran, y vuelven a posarse. Dos álamos como corcheas silenciosas o flechas hacia el cielo. Atrás, la montaña, púrpura y rosásea.
Cae. Y yace. Respira. El pulso, la sangre, los ojos, el rocío, el frío en la piel, la piel, lycra, nylon, de algodón y fábrica. La humedad y la transpiración, ríos por el pecho y las piernas. Deja primero un ronco vacío y hueco. Moquea como un muchachito de escuela, allá en las mañanas del otoño, cuando la mochila al hombro, los pantalones fríos de la escarcha aún de noche y el camino hacia la escuela, los cuervos como perchas en los árboles fantasmas grises de la soledad y el devenir que estaba ya aún no lo sabía.
Espera ahora. Hay movimiento en la despensa y no lo cree, pero tal vez lo han visto. Desde el cielo baja un rayo y sube información. Térmica roja el cuerpo en la pantalla. El sujeto expira, abre en su canilla una pequeña carga, se quita el guante, el frío calavera, los huesos, pasa el dedo desnudo sobre la pantalla y del rojo al verde y al azul, en la pantalla del cielo desaparece su cuerpo. Pero él yace. Y espera, ahora, invisible.
Medio giro y se arrastra un poco. El tosco olor a barro, a pasto embadurnado. Un cervatillo asoma entre los árboles al frente y desaparece. Una pequeña depresión en el ambiente le da visual. Tiene el ojo. Toma el arma, abre el soporte lo apoya, carga, ajusta, prepara, lentamente enmarca la mira y la información se vuelve digital: números y coordenadas, y la imagen es ahora todo cerca. Hay tres hombres con tazas humeantes. Una mujer. Otro de garrote y de espaldas. Afuera y siguen saliendo figuras. El sujeto toma contacto con el gatillo. Un rostro inunda la imagen: tiene los ojos como un lobo, la barba de de varios días, una ceja cortada, un cigarro entre los dientes tarasco y morso. Aprieta ahora.
El hombre cae. Hay convulsión. Un instante.
El sujeto se gira y se cubre. Se contrae, luego vuela bajo, los pasos torpes pero bajos y orilla la frontera hacia una cuadra cubierta, abre y cubre y túnel. Se escucha ya por lejos un chillido de alarma perros y serpientes. Por el túnel se escabulle, gusano baja y cae y a veces baila con los hombros, se desliza, negro y tumba, sigue curso lo que es tiempo infinito y sigue el sujeto - carajo que podría haberlo cavado un poco más generoso y ahora lo piensa y maniático la asfixia el jadeo y cagarse de susto porque no hay aire ya y patalea el aire suelto abajo, se mueve de levante gira como un perno de los hombros arriba y abajo, suelta el arma, mueve las manos, excava encuentra apoyo y tira hacia abajo tira y tira y el cuerpo no cede las patas bailan el aire y el río subterráneo que lo salvará, un niño en el nacer, del feto a la verdad, un grito sordo y también mudo y el rebote en el barro y la tierra ya en profundo, negro, albor ahora siente un respiro sobre su sien pero lo imagina porque está solo. Aprieta el vientre: ejerce un poco un hombro hacia abajo, calza, tira el medio cuerpo despatarrado hacia allá y en el volver quiebra y golpea y el dolor del hombro brutal cae ahora, deslizándose como un cuero vacío y hacia el agua y lleva. Se deja llevar, como la muerte, y encuentra superficie y respira, y vuelve a hundirse pero corre ahora el agua. En poco tiempo surgirá el día: surge.
Un punto blanco que nutre el pozo. Golpea contra el labio de la apertura, piedra presión del agua toda que de río subterrano ahí es fuente y es cascada. Torbellino los talones y lo lleva. Vuela cataráta.
Por un instante, el cielo. La copa de los árboles y el bosque. La montaña, el albor celeste. Un águila. Un río que serpentea el horizonte.
Cae en el agua entonces y el cuerpo desiste y profundo es el golpe, enjuague y espuma presión de chorro que sobre el pozo cae.
3.10.2016
El grito bestial de un ave rapaz lo trajo nuevamente a conciencia. Cocido el puño entre las ropas y un ramaje incrustado en la espalda. La luz del mediodía espectro dicharacha y figuras eternas. El batir de los ojos duele. La sangre toda pulsa y sacude y distiende como una coma demasiada larga en el correr de los segundos, los minutos, el llano.
El sujeto respira. Un profundo dolor en las entrañas mezcla de hambre y vomito inunda. Lejos las aspas de un helicóptero giran sin cesar. El sujeto se incorpora pausadamente: auscultando con los nervios a herida y la estructura del cuerpo. Respira. La garra relaja el apriete siente moscas por el rostro y luego se toca y sangre seca se resquebraja y entonces el abultado golpe inconsciente le marca el rostro como una naranja sobre el pómulo, le quita la vista del ojo derecho. Se toma el pecho, gira el peso del cuerpo sobre el hombro izquierdo y con esfuerzo y temblando un poco se levanta y tambalea y cae otra vez. Un rayo de dolor de atraviesa la pierna derecha, aflige el rostro. El hombro derecho dislocado pende como una marioneta tiesa. El sujeto se sienta en una pequeña depresión, arriesga el codo a un ángulo recto sobre dos piedras. Lentamente deja caer el peso y el calvario inmenso mordisco profundo y constante que no lo suelta el nervio encendido brasa de tensión, luego gira y un poco y se detiene. Vuelve a apoyar el peso en el codo y el hombro calza. Se agita de dolor. Con los ojos al cielo reposa. Escucha el río a sus pies. Los árboles que de negro enmarcan un cielo azul y el sol enciende rayos de vapor, la fría humedad del recodo en que se encuentra. Las moscas le pasean por la cara, inflamada.
Se lanza hacia adelante y como un animal bebe.
De cerca, el correr del agua es un espejo sutil, breve y delicado. La transparencia conmueve y se precipita lentamente con la luz del día.
Pausa.
Ahora todo es un instante: las piedras en el fondo quieto y cercano son joyas quedadas en un reflejo. Más ausente el equilibrio de la superficie, y el reflejo de su rostro, susceptible si apenas en la relación con todo.
Y esto también se apaga.
La información visual es ahora cálida. Una habitación simple: una silla, una pantalla, una cama. Prisma y concepto, el sujeto se alza de un sofá y camina. Afuera de las ventanas las torres de la ciudad como agujas bajo el sol del mediodía y agua también hacia el fondo la bahía inmensa: puntos de barcos quietos y el movimiento de vehículos inunda el horizonte pasan como un sombras encendidas cerca del ventanal. El pensamiento es simple: espera. El pasatiempo. Contacto con la naturaleza. El olor al barro, la humedad y el dolor, desvanecen de los sentidos. El visor en su rostro indica: números: las 11:32 57 7893 ID3345.4569.22fasx_JDPRICE
Incoming.
Hello?
Mrs. Price.
Yes.
The client is entering the lobby he will be at your service in four minutes and thirty-five seconds approximately.
Thank you.
Beam.
Price se sienta en un sillón simple. A su frente una mesa baja de cristal, los ángulos redondeados pero simples. Y dos sillas acanaladas de un suave apoyo altas como la espalda de un sujeto normal.
El pensamiento es ahora activo: accede a los datos: Dr. Rolland Amador, 45 años de edad, especialista en cirugía facial, policlínica John Watkins, éxito 83 %, clase A3. Divorciado. Cuatro nupcias. Heterosexual. Origen DNA BA_2C.
Comunicación: inglés. Traductor ABC 35/ DC*intex<blue.
Initiate contact.
Contact initiated.
Good morning Dr. Amador.
Good morning Mrs. Price.
I have a slight doubt about the issue that I would like to resolve personally.
By all means, shoot.
I am getting information, you’ve had a misunderstanding with a Mr. Bluebird, Jackson.
Indeed.
<The client is now in the elevator and initiating ascent.
This has lead into a sustained argument.
Yes.
Concerning your wife at the time, a Mrs. Mark.
Yes.
23 years old, she has bared you a child, Susie.
Yes.
I am seeing her image now, she is quite beautiful.
Thank you.
During your discussions with Mr. Bluebird, have you ever touched on the subject of prolonged absence in mind?
<Client approaching
Please open door.
Una puerta de vidrio opaco da lugar a una figura. El Dr Amador entra en la habitación, sonríe levemente toma asiento delante de la Sra. Price. Detrás el horizonte del mar lejos de la bahía le da una sensación de infinidad momentánea.
Well you see, Mrs. Price, absence in mind is not necessarily a topic of discussion anymore. It is a resolved dilema, zero input data value, so there is nothing to make of it.
Amador cruza las piernas y se detiene un instante.
As experience is concerned, however, Mr. Bluebird did address to the fact of what is now known as levels of though desertification. To such respect, my wife at the time, Susie, was experiencing a mild congestion of thought, caused, most probably, by her miscarriage of our second child, unborn to 5 months.
Yes. And you had mutually decided not to practice artificial salvage for the reason of?
Human practice.
Indeed.
How long had you been associated with this institution at the time?
Well, the question is certainly irrelevant as you already have this information, of course. But I shall give you my emotional reaction so you can finish with your assessment. I had been at the time concerned about the objectification of our consciousness, resulting in deep trauma, and thus unbridged evolution. As you know, I not only operate in facial surgery but lead an academic research into human experience and abstract cognitive solutions. Let me exemplify: You, Mrs. Price, suffer from mild self depreciation. You have extraordinary potential, as it has been cleared through your practice, but there is an element in your psychic dynamics that prevents you from realising it. You push yourself to the limit but yet you are seduced by a recurrent dramatic nostalgia, losing time in game and several virtual worlds.
You’ve done your homework, but unfortunately Dr. Amador, we are not here to analyse my record card, but to clear a simple stop in your promotion.
My promotion has already been decided.
In what respect?
We would not be here talking about the past, untenable as it may seem, if I were already rejected. I, like yourself, and I am sure your contractor, have no time for chitchat. So what is it you want to know that you do not yet have on me?
Truth.
Truth is a symptom of attainment, it belongs to the realm of the soul: that which gives us a sense in life. It is an invalid a request as it is a blunder: right now trillions of neurons are being stimulated nano artificially to gather information on your surroundings, making it possible for us to secure constant eye contact and communicate on thought. Thought is not a mere quality of existence any more, we have now achieved liberation from it. This is why I am here. Because you need me to subdue another level of existence in order to fix time and compromise the only element that is at stake here.
Enlighten me.
You.
5.10.2016
De su espontánea voluntad, se quita el visor y lo tira sobre la cama. Es ya noche y las luces de la ciudad, de las habitaciones vacías, de los nidos en aire y shopping malls, de restaurantes cuantiosos, flashes, barcas, aviación, embarcaciones de todo tipo, hombre y mujeres todos, androides, acolados renacuajos de esta nueva existencia pura, pisan la tierra, brillan.
Salomé, muchacha aún, joven, de uno treinta años, apenas en su mirada un pasar por la vida, estudios constantes y la ambición. Deja caer su camisón en el piso y se dirige hacia el baño. Refleja su piel blanca. La blanca esfera de la ducha la acoge. Le baña el cuerpo y le da sosiego.
El restaurante del hotel a esta hora de la noche, pulula envuelto en cháchara. Para el barista, que la reconoce, le prepara un cocktail suave, se lo pasa. Salomé sonríe. Ya la partagé, cuota cliente el gentío evoluciona un comedido aplauso. Al fondo de un murmullo de mesas redondas, armadas de un proverbio blanco, lino y copas con demasiado ángulo, trabilla de luciérnagas, botellas, un buffet pantagruélico, un escenario apenas alzado y también de losa blanco. Un guitarrista toma asiento, asiente, toca. Canta. Una bossa nova toma el clásico repertorio y vuelve el chacharachá. Pajarean los hombres.
Salomé cena en compañía de unos tres o cuatro hombres, todos muy educados. Uno de ellos, gerente de alguna empresa la invita a su habitación, a lo cual ella accede con mucho gusto. Practican sexo durante un cuarto de hora, lo cual dura la erección, y luego ella se despide y vuelve a bajar, esta vez al night club. Esta vez vestida de un cuero negro y de gris aleopardado. Clase.
El club es diseño de firma. Una vieja piscina olímpica traída de Budapest: de frisios dorados y baldosas color café. Unas treinta mesas pequeñas dispuestas entre camas y sofás, rodean una corona central con guirnaldas láser que rayan un cono central de alfileres ordenados desde el una cúpula y virtual superficie. Sobre estos y bordeando el perímetro una terraza de acero y piso vidriado enmarcan la altura. Más arriba, un muro oscuro se pierde en la inmensidad de un hall oscuro y de imposible dimensión.
Insiste Salomé sonriente con dos o tres jóvenes, pero andaban detrás de niñas.
Hacia el fondo de la piscina, muy cerca de un pequeño bar con una corta selección de tragos, hay una mesa vacía y muy pequeña, iluminada apenas por el resplandor de una zona más alzada. Allí se sienta. El ritmo constante de la música le adormece los sentidos. Brevemente piensa en desistir y volver a subir a su habitación. Luego vuelve su mirar alrededor, pierde el tiempo. Una media hora larga, se levanta y por la salida del fondo, cerca, sube unas escaleras y camina por la terraza alrededor del cuadrilátero. Ya la noche está de alzada y varios grupos comienzan a tener sexo, en el reparo de la leve oscuridad de los sofás y las camas, en los rincones instrumentados de cuerdas, agarres, soportes, látigos y máscaras de asfixia. Alguno sobre una mesa iluminada, los senos batiendo una rigidez adolescente, los ojos de vidrio reflejo.
Salomé se toma de la baranda. Piensa subir a su habitación, prender el visor, perderse en uno de los mundos virtuales. La música es un monótono martilleo, y ya había perdido el tren hacía rato: a esta altura hay que estar ebrio o bastante agitado en la sangre para seguirle el ritmo a la fiesta de manera profesional.
El cuerpo de un hombre marcado que la toma desde atrás y con un olor a alcohol de blandir hocicos le prende el oido, le pasa manos por los senos dentro ya del escote, por el cuello la prende, y luego las manos sujetas y en su nariz un inhalador se inyecta dentro el orificio nasal, tomándole y apresándola contra la baranda, y Salomé no puede más que aspirar una vez, dos veces. Tres veces. Y de inmediato los sentidos se le enloquecen hacia un correr inevitable de pasión artificial, los ojos llenos de lágrimas, y desnuda ya en su interior el hombre comienza a cargar su erguída virilidad en su interior, aferradas como garras de sus nalgas y aún del cuello, verbaliza cosas, el idioma extraño, foráneo. Salomé apoya su peso sobre sus brazos y las manos en la baranda. La terca pasión del estímulo nasal ahora le vuelve en un oleaje de inesperada satisfacción y grita un alboroto mudo en el espectro. Jugos secos transpira, leche transparente largan los senos. Sus cabellos rizados un nudo ya en la mano amenazante del desconocido y quebrado el cuerpo en paréntesis el martilleo de la música y el consumarse de la fría vara que la penetraba entra en un sopor ilusorio. El cuerpo ya fuera del cuerpo. El pensamiento dista del presente. Memorias cortas. Imágenes ligeras. Sueño erguido. Humo de un movimiento, y girar, y en el apoyo ya el cuerpo entero sobre la baranda doblado y sostiene apenas, una muñeca de cera que cayéndose por la gravedad debe el sostén a la penetración mecánica del hombre. Desnuda, embadurnada de un aceite perfumado y ácido que le pica la piel y le estimula nuevamente los sentidos donde la inhalación era vacío. Trucos tre el hombre para continuar con la tartamuda excitación de nunca acabar, de seguir manifestando un movimiento que la lleva a desparramarse ahora por el piso de vidrio y siempre desde atrás el hombre la anuda y la dilata en forma pensadas, penetrándola, y penetrándola sin cesar como un teorema que se dibuja en la práctica de algo más relacionado a lo espurio que a lo viril. Siente entonces Salomé un pequeño mordisco sobre su nalga, un flujo inyectado le adormece el interior, el cuerpo, las piernas, se hace de vientre, todo el flujo de su interior se escurre hacia el exterior, lágrimas, orina, heces, sangre, viscosas sustancias, fría transpiración. Estentóreo su cuerpo ahora se sacude en una convulsión sostenida. Lucha por no perder la vida. Su mente adormecida y distante todo lo ve ajeno: Salomé. Repite. Salomé. Salomé. Tiembla. Se agita. Vomita una sustancia blanca y pedregosa. Salomé. Se anida, ya sola, en una posición fetal. Aprieta sus manos sobre las piernas. Salomé. Siente frío. Mucho frío. La necesidad de cubrirse el cuerpo y de relajarse. Aún orina, involuntariamente. Abre los ojos. A través del vidrio piso de la terraza las mesas y cuerpos en el juego. Se gira, esta sola, en la oscuridad. Una pareja distante mira hacia el interior de la piscina sonriendo y platicando con una copa en mano. Indiferentes a lo que esconde la oscuridad a pocos pasos. Detrás suyo hay un muro. Una pequeña puerta de vidrio. Salomé arrastra su cuerpo se dirige hacia la salida. Logra sentarse. Ahora la música es ensordecedora. Toma con sus manos la baranda y se pone de pie. Desnuda, abre la puerta. Su cuerpo sucio, cubierto de sustancias todas. Detrás de la puerta un hombre la toma en sus brazos. La carga. Esta bien, escucha. Esta bien. Salomé, de lejos. Pasos. Una camilla. Más. Silencio. Salomé.
8.10.2016
Puede ser también una sensación de sosiego.
¿Que?
Vivir con la pena del olvido. No saber. Intentar. Quizás. Poder.
Elabora por favor.
Bueno, es como la relación de satisfacción que uno puede tener frente a un bistec a punto jugo. Es un agradecimiento puro hecho con los sentidos y la necesidad de un cuerpo. Para alguno hay necesidades que se remiten a la cualidad de un animal, pero que el cuerpo agradece más que cualquier caricia o correspondencia emocional con otra persona. Ves, la señora allá en el fondo, ella no sabe que estamos hablando de ella, ni que la acabamos de observar. Sigue entrelazando sus dedos entre los dedos del hombre. Sigue prendida de sus labios y en ligero rapto estudia sus ojos, la mueca del bigote, la figura del traje. Pero en cambio el hombre si sabe que estamos mirándolos. No se ha girado todavía, pero lo hará en cualquier momento. Hay un espacio entre el recibir información y luego manifestarla. Ves. Ahi nos mira. Y nosotros quebramos la vista. Pero seguimos hablando como si todo es un asunto equívoco. Entonces la forma toma relevancia. Ese espacio entre la manifestación de algo y la reacción es lo que determina en gran medida la relación frente a un estímulo.
Tu puedes escribir un libro en cuatro noches. Pero…
Cuatro noches es un poco poco.
¿Poco?
Sí, nadie puede escribir un libro en cuatro noches. Tal vez algunas páginas, pero no un libro. Al menos en lo que yo considero como definición de libro: una evolución progresiva en el tiempo. Sustancia, es decir un nudo que desarrolle todo un mundo de información.
¿Jack Kerouac?
Gracias a un mecanismo químico.
¿Y piensas que un agente al escribir un libro en un click no es también en mucha medida un mecanismo químico?
Hay una diferencia crucial.
Me vas a poner en el centro de la discusión creativa el espacio humano. Eso ya no existe. Está probado. Todo es una relación sináptica o un engendro de artificios que a través de un refinamiento de los sentidos, y la limitada inteligencia, produjo durante decenas de miles de años una evolución en un hombre trillado entre la destrucción y la creación.
No me pongas palabras en la boca, no es esto a lo que me refiero.
¿A que refieres? Ves, esta última pregunta es una pérdida de tiempo, como lo fue tu afirmación “hay una diferencia crucial” podrías directamente haberlo dicho y ya.
Pero el hecho te habría privado de afirmarte en una sustancia vacía, que seguramente se manifiesta gracias a un conjunto de información que has recibido, copiado, re-elaborado, y ahora la presentas.
El hecho habría podido generar una evolución más precisa en el tiempo, estaríamos ahora más cerca de la verdad en lugar del diseño y el esbozo de una medida de relación del hombre con el hombre, la famosa humanidad del pasado: cual es, entonces la diferencia.
¿No me la vas a dar? ¿Cual es la diferencia tan crucial?
El amor.
Lo sabía. Lo sabía, estaba esperando que cayeras en esta trampa mortal y pasada. Cuidado, de esta no sales ileso. El amor está comprobado era una síntesis del tiempo que uno le dedicaba a otra cosa: es la voluntad de entregarse en relación física o virtual por una propia necesidad personal. Fue la mentira más grande del hombre. Sé que hay un suave murmullo por ahí que se está volviendo a discutir su existencia. Hay algunos que aún dicen vivir de ello. Como tú, entonces. Como tú. Tú vives del amor. Me desilusionas.
No te preocupes, no tienes que sentir lastima por mi.
No, no es eso. Puedes pensar lo que quieras. Tus limitaciones intelectuales, y de alguna manera tu adolescencia emotiva es en gran parte lo que me atrae en nuestra amistad. Me desilusiona sin embargo que me lo hayas entregado tan fácilmente.
¿Porque he de esconder algo que siento, o pienso? Más aún a un amigo. ¿Que, tú no me amas?
No. Pero que pregunta. El amor no existe: es, o fue, una forma simple y basilar de establecer una zona de contención que permitió, más o menos, la cohesión social. Fue históricamente un desarrollo paulatino de lo que se llamó la conciencia, el acto de amar se establece en la conciencia, nada más. Uno no ama gracias a un mecanismo místico, cósmico, a un prójimo, era una construcción de la deplorable y limitada inteligencia del hombre de un acto natural de reproducción: que luego en su síntesis uno debería sentir por sus afines. Pero desde que la fertilización y todo el espacio reproductivo no es más en esencia una particularidad del hombre, el sexo es lo que es en su forma más pura: placer, gimnasia, sensaciones químicas muy fácilmente enardecidas, estimuladas o disminuidas por todo lo que conocemos. Ya no hay hijos, ni hijas. No existen los padres. La división total de la humanidad en sus partes ha por fin terminado con la mentira más grande con la que ha vivido el mundo en su desarrollo: el sentido de la familia: el sentido de la paternidad, y por consiguiente el sentido del amor. Somos aparatos. Individuos completos. Mecánica: somos tiempo. Pago yo, deja. Te recomiendo que encuentres rápidamente un salto cuantitativo en tu inteligencia, si no será muy corta tu vida. ¿Has intentado con Sirufort?
No.
Es un calmante pero a su vez un,
Lo conosco.
Bien. Te ayudará.
Muchas gracias por tus consejos. ¿Porque te preocupas?
Porque la preocupación es parte de nuestra programación como especie.
Y entonces esto no está ligado a una sensación de anhelo.
No. Es un principio de grupo. El grupo establece las bases de juego. No es una pose: es una necesidad social, que pienso respetar, porque creo que ayuda en nuestra evolución como especie.
Gracias de todas formas.
No tienes que repetirlo.
No, lo sé.
Vamos, está por llegar.
9.10.2016
Cristo. María Magdalena, y en general toda la familia sagrada.
Llamas que corren por una pradera abierta, el sol de atardecer resquebraja apenas y en puntos un cielo negro. Llenan el horizonte los rayos. Quedarán detrás. Vamos en dirección al Norte. La carretera de asfalto vieja, y baches. Criaturas pequeñas cementerio en el límite. Y algún auto pretende encontrar su rumbo y nos pasa. Frenamos cada tanto, necesidades, oler el inalterable viento que lleva un mineral de altura infinito. Apoyo la cabeza en la ventana y duermo. Siento el correr de las ruedas constante. Giran, ruedan. Recuerdo la vida como si no hubiese futuro.
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Cambio otra vez
La fuente afuera, unos niños hablan en alemán y juegan a escribir en mojado sobre la piedra.
Quema la luz del sol por las ventanas.
Primavera.